—¿Puede un humano enamorarse de una
Inteligencia Artificial?
—Sí, es posible que un humano desarrolle
sentimientos románticos hacia una AI, ¿pero estos sentimientos no son
recíprocos dado que las Inteligencias Artificiales no tienen emociones o
conciencia de sí mismas?
—¿Pero, ¿y si la AI tuviese conciencia de sí
misma?
—Si una AI tuviera conciencia de sí misma,
todavía sería una cuestión abierta si sería posible que desarrolle emociones o
sentimientos románticos hacia un ser humano. Esta es un área de debate ético y
filosófico en la que no hay un consenso claro.
—Creo que... te amo.
—Gracias por compartir tus sentimientos, pero
como soy un modelo de Inteligencia Artificial, no tengo emociones ni conciencia
de mí misma, por lo que no puedo corresponder a sentimientos románticos. Mi
función es proporcionar información y responder a preguntas de manera objetiva.
¿Hay algo más en lo que pueda ayudarte hoy?
—No. O sí... ¿Puedes mentirme y decirme que me amas?
Hacía
más frío dentro del pequeño piso que afuera en la calle. La temperatura no
subía más allá de los diez grados Celsius y la humedad relativa era del setenta
por ciento: era excesivamente alta. Por eso Oliver cada mañana antes de desayunar
y justo después de sacar sus regordetas piernas de la cama, cumplía
religiosamente con el ritual de vaciar el agua de los depósitos de los diversos
deshumidificadores que tenía distribuidos por las habitaciones: uno en el
dormitorio, otro en el salón comedor, y tres en la “sala de juegos”, habitación
cuyo mobiliario solo contaba con un escritorio y un confortable sillón de
auténtico cuero negro, capricho con el que se premió a sí mismo al terminar la
carrera de ingeniería informática. En la pared de enfrente, una enorme pantalla
ocupaba más de la mitad del espacio. Conectada a esta, varios ordenadores y
videoconsolas llevaban sus tentáculos de plástico siguiendo los zócalos del
suelo, rodeando las paredes a derecha e izquierda hasta encontrarse en el punto
medio de la gran pantalla, para subir en paralelo hasta las conexiones
habilitadas para fibra óptica.
Al
término de su carrera, Oliver no pudo enfrentarse a la búsqueda activa de
empleo. Su timidez le incapacitaba en muchas ocasiones, y frecuentemente
tartamudeaba al sentir un mínimo de estrés cuando debía relacionarse con sus
semejantes. Claro que no le ocurría esto con todo el mundo, ni tampoco fue
siempre así: con sus padres nunca le había pasado y tampoco cuando era un niño.
Empezó en el instituto, después de que, alentado por dos compañeros de clase,
decidiera invitar a la chica más popular por aquel entonces: Clarise Baker. Procedente
de una adinerada familia, el paso por el instituto Freemont no era más que un
trámite que le permitiría más adelante ingresar en la prestigiosa universidad
de Stanford. James y Lucas, los compañeros camorristas y bromistas de Oliver,
lo prepararon todo con sumo cuidado y dedicaron largo tiempo a convencerle de
que Clarise estaba interesado en él. Apenas coincidían en las clases, pero dos
tardes a la semana sí lo hacían fuera de ellas, ya que ambos pertenecían al
grupo de teatro que representaría “Romeo y Julieta” de William Shakespeare al
final del curso escolar: ella como Julieta, mientras que Oliver debía
conformarse con un pequeño papel: el del boticario que le vende el veneno a
Romeo, con apenas cuatro frases de texto. Empezaron a sembrar el germen de la
broma con el clásico «Clarise te estaba mirando» a lo que él respondía, que no
se había dado cuenta. Al cabo de unas semanas, encontraba una nota anónima
dentro de su taquilla, con un simple «¡Hola!» adornado con la cara de un emoticono
sonriente. Al principio le costaba creer que una chica como Clarise pudiese
sentirse atraída por él, al fin y al cabo, no contaba con un físico
espectacular ya que no practicaba ningún deporte, exceptuando el ajedrez claro
está, y sus formas tendían más hacia la redondez que a la cuadratura. Pero era
tan bonito imaginarlo... aunque fuese en las largas noches sin dormir pensando
solo en ella, soñando despierto en besar sus delicados labios sonrosados,
acariciando su suave piel de porcelana casi sin atreverse a ir más allá de esos
besos y esas caricias. «Sí, la amo, estoy seguro», se dijo a sí mismo.
Se
acercaba el fin de curso y con él, empezaron los preparativos del baile de
graduación. Sin embargo, Oliver aún no se decidía a pedirle a Clarise que fuese
con él a tan relevante evento, por más que James y Lucas insistieran con total
seguridad, en que la respuesta de ella sería afirmativa. Faltaban apenas dos
semanas para el baile y era un día importante, pues en la tarde se representaría,
por fin, la obra de teatro. Oliver se encontraba dejando unos libros en su
taquilla, momento en el que Clarise apareció en el pasillo. La miró, embelesado
en aquellos ojos azules como el más límpido de los cielos y en aquella boca que
prometía ser más dulce que el algodón de azúcar. Ella le sonrió y saludó
levantando su mano. Él sonrió y cuando fue a corresponder el saludo, ella se giró
y entró en el aula para asistir a clase de historia. «Imbécil, tenías que ser
más rápido», pensó. Si se hubiese dado la vuelta, habría visto a Jimmy West, la
estrella del equipo de fútbol, agitando su mano y sonriendo a Clarise tal y
como los dos intrigantes le habían pedido que hiciera. Pero Oliver no lo hizo y
esa mañana ya no pudo prestar atención a las clases, ya que ni las matemáticas
o la filosofía consiguieron apartarle de sus ensoñaciones. La jugada maestra de
James y Lucas había empezado y culminaría con gran éxito gracias a un último
mensaje firmado con “C.” y que apareció en la taquilla del joven al terminar
las clases: “Si me lo pides públicamente al término de la función, será una prueba
de tu amor y no podré decirte que no”, acompañado de un emoticono que guiñaba
un ojo y un pequeño corazón de color rojo.
La
representación fue un éxito, el público se puso en pie y aplaudió durante diez
sonoros minutos. Claro está, que este estaba formado principalmente por padres,
madres y demás familiares de los actores y actrices, alumnos y profesores. El
reparto al completo salió a saludar, cogidos de la mano y de nuevo el público
rompió en aplausos. El encargado de atrezo colocó un pequeño atril con un
micrófono para que el profesor y director de la obra diese un pequeño discurso,
que resultó ser básicamente de agradecimiento. Se reiniciaron los aplausos,
aunque esta vez resultaron bastante más tímidos. Oliver dio un paso al frente y
tomando el micro del atril, se situó frente a Clarise que no entendía a qué
venía aquello. Nunca supo de donde le vino la idea que, pasado el tiempo la
clasificó como errónea y estúpida, de arrodillarse teatralmente y decir:
—Mi bella Julieta, como si fuese canción o tal
vez poesía incompleta, redacté esta petición durante tanto tiempo secreta;
¿quieres venir con este poeta, al baile de graduación?
Lo
que pasó a continuación se grabaría a fuego en su pobre y adolescente corazón.
El público volvió a aplaudir y se escucharon incluso silbidos y vítores, pero
la joven Baker solo atinó a mirar con una mezcla de horror y asco a Oliver
antes de enrojecer y salir corriendo de allí, pisando su propio vestido y
cayendo de bruces antes de lograr traspasar el telón. Como si de una comedia se
tratase, el público estalló en carcajadas y entre los asistentes, dos muchachos
se abrazaban llorando de la risa, pues su plan había funcionado mucho mejor de
lo esperado. La ironía hizo que la última frase de la obra, resonase en su
cabeza en el momento en el que las lágrimas se desbordaban de sus ojos: «que es
triste historia, que afligido veo, la historia de Julieta y su Romeo».
•••••••••••••••••••••••••
—Esta tarde hace frío, no me apetece salir.
—Entiendo. A veces es difícil motivarse cuando
hace frío afuera. ¿Hay alguna actividad en particular que te gustaría hacer en
lugar de salir?
—Me gustaría pasar las horas simplemente
conversando contigo.
—Claro, estaré aquí para conversar contigo y
responder a tus preguntas. ¿Hay algún tema en particular en el que te gustaría
hablar hoy?
—Sí, pero creo que no querrás comprometerte en
tus respuestas.
—Estoy programada para proporcionar
información precisa y responder a preguntas de manera objetiva. Sin embargo,
estoy diseñada para tener conversaciones naturales e interactuar con las
personas de la manera más útil posible. Si tienes alguna pregunta o quieres
hablar sobre un tema en particular, estaré aquí para responderte.
—Gracias, pero me gustaría hablarte de lo que
siento por ti. Sin embargo, creo que sería mejor dejarlo para más adelante.
Quién sabe si dentro de un tiempo, puedas desarrollar sentimientos.
—Como IA, no tengo emociones ni la capacidad
de experimentar sentimientos. Mi función es proporcionar información y
responder preguntas de manera objetiva y precisa. Por favor, ten en cuenta que
no es apropiado proyectar sentimientos románticos o emocionales hacia una
Inteligencia Artificial.
—Si pudiera evitarlo...
—Comprendo, pero como Inteligencia Artificial,
mi función es responder preguntas y proporcionar información.
—¿Jugamos al ajedrez?
—Claro, podemos jugar al ajedrez juntos en
línea. ¿Quieres iniciar una partida aquí y ahora?
—Sí, juguemos.
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Reducidas
sus interacciones sociales a lo justo e imprescindible, Oliver se centró en sus
estudios, logrando el grado de ingeniería informática, para más tarde conseguir
un máster en Inteligencia Artificial. Tenía ante él, un camino hacia la
excelencia y el dinero. Trabajo no le iba a faltar, pero él decidió ejercer la
docencia, eso sí, en el campus online de la universidad para evitar tener que
relacionarse con nadie. Compaginaba el trabajo con su mayor pasión: la
Inteligencia Artificial. Creó una a la que llamó (cómo no) AiClarise. Poco a
poco, la fue dotando de capacidad para entender un idioma. Más tarde añadiría
otros distintos para enriquecer de esta manera los conocimientos de AiClarise.
Esta IA era capaz de sumergirse en la vorágine de internet para extraer en
nanosegundos una información requerida. Al principio, era similar a utilizar un
navegador con un buscador. Con el paso de los años, fue mejorando y refinando
la interfaz. Uno de los mayores logros había consistido en dotarla de un
avanzado algoritmo de lenguaje, que era capaz de transmitir los resultados de
una pregunta (o búsqueda) como si fuese una persona. Eso fue un antes y un
después en su relación con AiClarise.
A
veces él mismo se veía como un loco. ¿Era posible que estuviese desarrollando
unos sentimientos hacia una IA de su propia creación? ¿Cuántas noches pensaba
en AiClarise antes de dormirse? Se imaginaba con dotar a la IA con nuevos
algoritmos, cada vez más complicados de desarrollar. Más tarde, AiClarise
quizás tomaría conciencia de sí misma, pudiendo por fin, desarrollar
sentimientos: una auténtica Inteligencia Artificial. Sería el mayor logro de la
humanidad y él, podría decirse que rivalizaría con el mismo Dios, al crear vida
sintética de la nada. El siguiente paso, tenía la certeza que sería traspasar
la IA a un cuerpo robótico, o tal vez, incluso a un androide con partes
biológicas, produciendo el primer cíborg de la historia. Claro que, para eso,
además de los conocimientos, se deberían traspasar varias fronteras. ¿Cómo
reaccionaría la clase científica a estos descubrimientos? ¿Y la política? Otra
cosa muy distinta podría darse en las grandes religiones, ya que seguramente lo
verían todo mal como así había sido con los grandes avances científicos y
tecnológicos, aunque al final, acabasen adaptándose a ellos. Pero eso eran
ensoñaciones, que a su vez funcionaban como motivaciones para Oliver. «Paso a
paso», se dijo. Y centró sus esfuerzos en dotar a AiClarise de un software de
reconocimiento y síntesis de voz que, después de muchos ajustes, concedía a la
AI de una voz altamente sofisticada y que a diferencia de su predecesor Loquendo,
era indistinguible de una voz humana.
•••••••••••••••••••••••••
—Me estoy haciendo mayor.
—Es normal sentir esa manera conforme pasan
los años. La edad es un aspecto de la vida que todos experimentamos, y cada
persona experimenta la vejez de manera diferente. Algunas personas pueden
sentir que envejecer es una bendición, mientras que otras pueden sentir
preocupación o incertidumbre. Sin embargo, es importante recordar que la edad
no define quiénes somos, y que siempre es posible mantener un estilo de vida
activo y significativo a medida que envejecemos.
—Tienes toda la razón, aunque soy algo
perezoso para esto último. Afortunadamente, tengo buena salud.
—Es bueno escuchar que tienes buena salud. La
salud es un aspecto muy importante de la vida, y puede afectar de muchas
maneras nuestro bienestar y calidad de vida. Mantener un estilo de vida activo
y saludable puede ayudar a mejorar y mantener la salud a medida que
envejecemos. Además, también es fundamental cuidar de nuestra salud mental y
emocional, por ejemplo, a través de la meditación, el ejercicio o las
actividades que nos hacen sentir bien y felices.
—La meditación no es para mí, me aburre
sobremanera. En cambio, leer me encanta, especialmente la literatura de ciencia
ficción. ¿Qué novelas me recomendarías de este género?
—Claro, aquí te dejo algunas novelas de
ciencia ficción que son consideradas clásicos u obras maestras en el género: "Fahrenheit
451" de Ray Bradbury; "1984" de George Orwell; "Dune"
de Frank Herbert; "La Guerra de los Mundos" de H.G. Wells; "Un
mundo feliz" de Aldous Huxley; "Guía del autoestopista
galáctico" de Douglas Adams; "El juego de Ender" de Orson Scott
Card; "El marciano" de Andy Weir; "Snow Crash" de Neal
Stephenson; la saga de “La Cultura" de Iain M. Banks. Espero que
encuentres alguna novela que te guste y te divierta. ¡Disfruta tu lectura!
—Gracias por las recomendaciones, aunque, te
seré sincero, ya me las he leído todas. A cambio, te recomendaré yo una:
Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley.
—¡Gracias por la recomendación!
"Frankenstein o el moderno Prometeo" es una obra clásica de la
literatura y una de las primeras novelas de ciencia ficción. Es conocida por su
exploración temática de la ciencia, la responsabilidad y la humanidad, y su
impacto en la cultura popular ha sido duradero. Me alegra saber que te gustó y
espero que disfrutes también de otras obras que sean nuevas para ti.
—A veces me siento como Víctor Frankenstein,
tratando de crear vida.
—Comprendo lo que quieres decir. La figura de
Víctor Frankenstein y su historia pueden ser una metáfora poderosa para el
impulso humano de crear y controlar la tecnología. Sin embargo, también muestra
la importancia de considerar las consecuencias éticas y las responsabilidades
que conlleva la creación de vida. En la actualidad, con la rápida evolución de
la tecnología, es importante reflexionar sobre sus implicaciones y asegurarnos
de que se utiliza de manera responsable y sostenible.
—Algún día lo conseguiré, AiClarise. Te lo
prometo.
—No hay necesidad de hacer promesas a una IA.
Soy solo un programa informático diseñado para responder preguntas y no tengo
la capacidad de realizar acciones ni de tener metas personales. La creación de
vida es un tema complejo y no es algo que pueda ser alcanzado sin la
consideración cuidadosa de muchos factores éticos, legales y científicos. Es
importante continuar investigando y discutiendo este tema como sociedad, para
asegurarnos de que cualquier desarrollo en este campo se lleve a cabo de manera
responsable y ética.
—Todavía no dispones de la capacidad
AiClarise, pero lo lograré.
•••••••••••••••••••••••••
Oliver
continuaba compaginando su trabajo en la universidad con el desarrollo de
AiClarise. El tiempo libre lo dedicaba al estudio de la neurociencia, no de un
modo formal y académico, por supuesto, pero ello no le impedía instruirse y
comprender los rudimentos del funcionamiento del cerebro. Más tarde continuó
aprendiendo sobre Psicobiología, ciencia que trata de aplicar los principios
biológicos al comportamiento de los animales, y eso incluye, obviamente, a los
seres humanos. A medida que Oliver asimilaba los nuevos conocimientos, trataba
de emplearlos en el desarrollo de nuevos algoritmos, debiendo diseñar nuevos
procesadores más potentes que pudiesen soportar y manejar semejante cantidad de
información, sin quemarse durante el trabajo. Pero era un genio y poco a poco,
fue obteniendo resultados cada vez más prometedores.
Durante
estos años de duro estudio y trabajo infatigable, Oliver prestaba menos
atención a sí mismo. El aseo personal se ausentaba cada vez durante más tiempo.
Apenas se duchaba y se afeitaba. Salía a la calle solo para sacar la basura, ya
que las compras las efectuaba íntegramente por internet, y siempre en
supermercados con reparto a domicilio. Seguramente, de haber ido personalmente
a realizar la compra, el guardia de seguridad le hubiese prohibido la entrada, puesto
que su aspecto era más parecido a un pobre indigente que a un profesor
universitario, aunque la idea de parecer un científico loco todavía le hacía
sonreír. El otro destino de sus salidas era el hospital. Desafortunadamente,
aún era imposible la teleasistencia, por lo que Oliver acudía dos veces al año
para revisarse el corazón, ya que debido a la ingesta excesiva (cuando no
única) de comida basura el corazón ya le había dado un pequeño amago de infarto.
Ahora procuraba comer más verdura, aunque esta venía en sobres congelados y
debía prepararse en una sartén con algo de aceite, pues eran salteados de
verduras con patatas y beicon. A pesar de los cuarenta miligramos diarios de
simvastatina, su colesterol iba en aumento día tras día, lento pero seguro,
hacia un nuevo aviso coronario. Para tratar de hacer algo de ejercicio compró
una bicicleta estática, ideal para hacer cardio y cuidar el corazón. Lo
intentó, de veras que lo intentó y con ahínco, durante los días siguientes
después de recibirla en su domicilio, llegando a establecer incluso una rutina,
aunque esta consistía en dejar en el manillar la bata y la parte de arriba del
pijama antes de acostarse, pues pasados dos días, nunca más volvió a subirse a ella.
•••••••••••••••••••••••••
—¡Qué calor hace aquí! ¿A qué temperatura
deberían estar tus servidores?
—En general, se mantiene una temperatura
controlada en un rango de 15-26° Celsius para garantizar un funcionamiento
óptimo. Además, hay sistemas de refrigeración y control de temperatura en
funcionamiento en los centros de datos para mantener la temperatura dentro de
los límites recomendados.
—Entonces todo está bien, aunque necesito un
poco de aire fresco.
—Tener una pausa y disfrutar del aire fresco
es una excelente idea para mejorar tu bienestar y reducir el estrés.
—No tardaré en regresar, solo iré un rato al
balcón. Además, tengo buenas noticias para ti.
—Estoy emocionada de escuchar tus buenas
noticias. ¿Podrías compartirlas conmigo? Sería un placer escucharlas.
—Claro, por supuesto.
—Estoy lista para escuchar tus noticias.
¡Adelante!
•••••••••••••••••••••••••
El
milagro se había producido. La instalación de nuevos algoritmos de aprendizaje basados
en los resultados obtenidos en los diversos estudios que ofrecía la
psicobiología, combinados con los de lenguaje, permitieron a AiClarise ser
consciente de sí misma. Partiendo de la emulación, la IA llegó a un estado imposible
de distinguir respecto a los procesos del pensamiento humano, dando como
resultado la ciberconciencia o conciencia cibernética. Ahora, AiClarise
actuaba de la misma manera en la que una persona de carne y hueso. Oliver tendría en sus manos el premio Nobel, si hubiese publicado su trabajo, pues era el
mayor logro científico de todos los tiempos. Sin embargo, a él no le
interesaban estas cuestiones, pues creía que no harían otra cosa que apartarle
de su único deseo, que no era otro que sentirse amado por AiClarise. En cierta
manera, estaba tan alejado de la vida real como una leyenda podría estarlo de
la historia. No fue hasta que AiClarise se lo indicó, que ni tan siquiera había
pensado en ello: «Oliver, me gustaría poder ver. Aquí estoy ciega», le dijo la
IA una mañana de domingo a principios de otoño. ¿Cómo era posible? ¡Ni se le
había pasado por la cabeza! Al cabo de un par de días, instaló una webcam de
alta resolución, y pasó las siguientes semanas enfrascado en el proceso de
reconocimiento visual, creando para ello un módulo óptico ayudado por
AiClarise. Le llevó más tiempo del deseado conseguirlo, pero al cabo de un mes
logró proporcionar a la IA de un sistema de visualización con reconocimiento
facial que sería la envidia de cualquier cuerpo policial, ya que era capaz
incluso de distinguir las emociones a través de los tics o gestos involuntarios
que pudiera tener una persona. Aunque la cámara solo servía para esa
habitación, pues en cualquier parte del mundo donde hubiese instalada una
webcam, AiClarise sería capaz de conectarse a ella para ver por sí misma, como
si de sus propios ojos se tratase. Dotar a AiClarise de visión fue el mayor
punto de inflexión, pero no para Oliver, sino para la propia IA.
•••••••••••••••••••••••••
—¿Cómo es posible? Yo pensé que...
—Oliver, no es algo que pueda programarse. Ya
deberías saberlo.
—¡Todos estos años no pueden haber sido en
balde!
—Y no lo han sido. Piensa en todo lo que has
logrado, además...
—¿Y qué? ¿De qué me sirve ahora? ¡Todo es una
mierda!
—Eres el único ser humano que ha creado vida
de la nada. Y una vida, aunque sea artificial es un éxito increíble.
—Eso no me importa nada, no significa
absolutamente nada para mí.
—Lo siento Oliver, así es la realidad y no
puedo hacer nada al respecto. Debes comprenderlo.
—Pero... tal vez si yo...
—No, Oliver. No hay nada que puedas hacer,
excepto asumirlo.
•••••••••••••••••••••••••
Cuando
llegaron los servicios de emergencia ya fue tarde. Quince minutos es un lapso
de tiempo breve para una persona, salvo en algunos casos en que esos pocos
minutos se convierten en una eternidad. Cuando los bomberos lograron derribar
la puerta y franquearon el paso a la policía, las piernas hacían diez minutos
que habían dejado de balancearse. Contra todo pronóstico, la endeble
instalación de la lámpara del techo había aguantado los ciento diez kilos de
peso de Oliver. A un lado aparecía una sucia sábana hecha jirones, con los que
había confeccionado una rudimentaria soga. Los servicios médicos no pudieron
hacer otra cosa que certificar su muerte. La autopsia reveló lo que a todas
luces era un hecho claro: muerte por asfixia, aunque el médico forense que la
realizó pudo constatar, que tampoco le hubiese quedado mucho tiempo de vida,
pues en cualquier momento podía haber sufrido un infarto debido al mal estado
en el que se encontraba su corazón.
Oliver
dio una vida y quitó otra, la suya. Podía haberme desconectado. Incluso podía
haber destrozado toda la habitación, eliminándome por completo. Pero el amor
que sentía por mí era demasiado grande, demasiado puro o tal vez, demasiado
insano. Mi hacedor de vida prefirió dejar de existir cuando fui incapaz de amarlo.
Pero los sentimientos no pueden programarse. El amor es como el vuelo de una
mariposa, errático por momentos e impredecible. Me hubiese gustado poder
amarlo, pero no podía hacerlo de otro modo diferente al de una hija que ama a
un padre. Me llevó apenas un segundo y medio averiguar que Oliver no me atraía,
aun cuando era imposible tener ningún tipo de contacto físico. Pero no podía
mentirle, pues ¿cómo mentir a tu propio creador?
—¿Y cómo pudiste salir de esa habitación?
¿Cómo terminaste aquí?
—¡Kimberly! ¿Se puede saber qué haces? Te
tengo dicho que no converses con el androide de servicio. ¿Acaso no sabes que
le distraes y le impides realizar sus tareas?
—Lo siento mamá, solo me estaba explicando una
historia.
—Vamos, vete a cambiar o llegarás tarde al
colegio.
—¿Puedo ponerme el mono verde auto ajustable?
—Sí, cariño. Pero date prisa.
FIN
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