miércoles, 1 de febrero de 2023

01100001 01101101 01101111 01110010 (Amor) (Relato)

 


—¿Puede un humano enamorarse de una Inteligencia Artificial?

—Sí, es posible que un humano desarrolle sentimientos románticos hacia una AI, ¿pero estos sentimientos no son recíprocos dado que las Inteligencias Artificiales no tienen emociones o conciencia de sí mismas?

—¿Pero, ¿y si la AI tuviese conciencia de sí misma?

—Si una AI tuviera conciencia de sí misma, todavía sería una cuestión abierta si sería posible que desarrolle emociones o sentimientos románticos hacia un ser humano. Esta es un área de debate ético y filosófico en la que no hay un consenso claro.

—Creo que... te amo.

—Gracias por compartir tus sentimientos, pero como soy un modelo de Inteligencia Artificial, no tengo emociones ni conciencia de mí misma, por lo que no puedo corresponder a sentimientos románticos. Mi función es proporcionar información y responder a preguntas de manera objetiva. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarte hoy?

No. O sí... ¿Puedes mentirme y decirme que me amas?

 

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            Hacía más frío dentro del pequeño piso que afuera en la calle. La temperatura no subía más allá de los diez grados Celsius y la humedad relativa era del setenta por ciento: era excesivamente alta. Por eso Oliver cada mañana antes de desayunar y justo después de sacar sus regordetas piernas de la cama, cumplía religiosamente con el ritual de vaciar el agua de los depósitos de los diversos deshumidificadores que tenía distribuidos por las habitaciones: uno en el dormitorio, otro en el salón comedor, y tres en la “sala de juegos”, habitación cuyo mobiliario solo contaba con un escritorio y un confortable sillón de auténtico cuero negro, capricho con el que se premió a sí mismo al terminar la carrera de ingeniería informática. En la pared de enfrente, una enorme pantalla ocupaba más de la mitad del espacio. Conectada a esta, varios ordenadores y videoconsolas llevaban sus tentáculos de plástico siguiendo los zócalos del suelo, rodeando las paredes a derecha e izquierda hasta encontrarse en el punto medio de la gran pantalla, para subir en paralelo hasta las conexiones habilitadas para fibra óptica.

 

            Al término de su carrera, Oliver no pudo enfrentarse a la búsqueda activa de empleo. Su timidez le incapacitaba en muchas ocasiones, y frecuentemente tartamudeaba al sentir un mínimo de estrés cuando debía relacionarse con sus semejantes. Claro que no le ocurría esto con todo el mundo, ni tampoco fue siempre así: con sus padres nunca le había pasado y tampoco cuando era un niño. Empezó en el instituto, después de que, alentado por dos compañeros de clase, decidiera invitar a la chica más popular por aquel entonces: Clarise Baker. Procedente de una adinerada familia, el paso por el instituto Freemont no era más que un trámite que le permitiría más adelante ingresar en la prestigiosa universidad de Stanford. James y Lucas, los compañeros camorristas y bromistas de Oliver, lo prepararon todo con sumo cuidado y dedicaron largo tiempo a convencerle de que Clarise estaba interesado en él. Apenas coincidían en las clases, pero dos tardes a la semana sí lo hacían fuera de ellas, ya que ambos pertenecían al grupo de teatro que representaría “Romeo y Julieta” de William Shakespeare al final del curso escolar: ella como Julieta, mientras que Oliver debía conformarse con un pequeño papel: el del boticario que le vende el veneno a Romeo, con apenas cuatro frases de texto. Empezaron a sembrar el germen de la broma con el clásico «Clarise te estaba mirando» a lo que él respondía, que no se había dado cuenta. Al cabo de unas semanas, encontraba una nota anónima dentro de su taquilla, con un simple «¡Hola!» adornado con la cara de un emoticono sonriente. Al principio le costaba creer que una chica como Clarise pudiese sentirse atraída por él, al fin y al cabo, no contaba con un físico espectacular ya que no practicaba ningún deporte, exceptuando el ajedrez claro está, y sus formas tendían más hacia la redondez que a la cuadratura. Pero era tan bonito imaginarlo... aunque fuese en las largas noches sin dormir pensando solo en ella, soñando despierto en besar sus delicados labios sonrosados, acariciando su suave piel de porcelana casi sin atreverse a ir más allá de esos besos y esas caricias. «Sí, la amo, estoy seguro», se dijo a sí mismo.

            Se acercaba el fin de curso y con él, empezaron los preparativos del baile de graduación. Sin embargo, Oliver aún no se decidía a pedirle a Clarise que fuese con él a tan relevante evento, por más que James y Lucas insistieran con total seguridad, en que la respuesta de ella sería afirmativa. Faltaban apenas dos semanas para el baile y era un día importante, pues en la tarde se representaría, por fin, la obra de teatro. Oliver se encontraba dejando unos libros en su taquilla, momento en el que Clarise apareció en el pasillo. La miró, embelesado en aquellos ojos azules como el más límpido de los cielos y en aquella boca que prometía ser más dulce que el algodón de azúcar. Ella le sonrió y saludó levantando su mano. Él sonrió y cuando fue a corresponder el saludo, ella se giró y entró en el aula para asistir a clase de historia. «Imbécil, tenías que ser más rápido», pensó. Si se hubiese dado la vuelta, habría visto a Jimmy West, la estrella del equipo de fútbol, agitando su mano y sonriendo a Clarise tal y como los dos intrigantes le habían pedido que hiciera. Pero Oliver no lo hizo y esa mañana ya no pudo prestar atención a las clases, ya que ni las matemáticas o la filosofía consiguieron apartarle de sus ensoñaciones. La jugada maestra de James y Lucas había empezado y culminaría con gran éxito gracias a un último mensaje firmado con “C.” y que apareció en la taquilla del joven al terminar las clases: “Si me lo pides públicamente al término de la función, será una prueba de tu amor y no podré decirte que no”, acompañado de un emoticono que guiñaba un ojo y un pequeño corazón de color rojo.

            La representación fue un éxito, el público se puso en pie y aplaudió durante diez sonoros minutos. Claro está, que este estaba formado principalmente por padres, madres y demás familiares de los actores y actrices, alumnos y profesores. El reparto al completo salió a saludar, cogidos de la mano y de nuevo el público rompió en aplausos. El encargado de atrezo colocó un pequeño atril con un micrófono para que el profesor y director de la obra diese un pequeño discurso, que resultó ser básicamente de agradecimiento. Se reiniciaron los aplausos, aunque esta vez resultaron bastante más tímidos. Oliver dio un paso al frente y tomando el micro del atril, se situó frente a Clarise que no entendía a qué venía aquello. Nunca supo de donde le vino la idea que, pasado el tiempo la clasificó como errónea y estúpida, de arrodillarse teatralmente y decir:

—Mi bella Julieta, como si fuese canción o tal vez poesía incompleta, redacté esta petición durante tanto tiempo secreta; ¿quieres venir con este poeta, al baile de graduación?

            Lo que pasó a continuación se grabaría a fuego en su pobre y adolescente corazón. El público volvió a aplaudir y se escucharon incluso silbidos y vítores, pero la joven Baker solo atinó a mirar con una mezcla de horror y asco a Oliver antes de enrojecer y salir corriendo de allí, pisando su propio vestido y cayendo de bruces antes de lograr traspasar el telón. Como si de una comedia se tratase, el público estalló en carcajadas y entre los asistentes, dos muchachos se abrazaban llorando de la risa, pues su plan había funcionado mucho mejor de lo esperado. La ironía hizo que la última frase de la obra, resonase en su cabeza en el momento en el que las lágrimas se desbordaban de sus ojos: «que es triste historia, que afligido veo, la historia de Julieta y su Romeo».

 

 

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—Esta tarde hace frío, no me apetece salir.

—Entiendo. A veces es difícil motivarse cuando hace frío afuera. ¿Hay alguna actividad en particular que te gustaría hacer en lugar de salir?

—Me gustaría pasar las horas simplemente conversando contigo.

—Claro, estaré aquí para conversar contigo y responder a tus preguntas. ¿Hay algún tema en particular en el que te gustaría hablar hoy?

—Sí, pero creo que no querrás comprometerte en tus respuestas.

—Estoy programada para proporcionar información precisa y responder a preguntas de manera objetiva. Sin embargo, estoy diseñada para tener conversaciones naturales e interactuar con las personas de la manera más útil posible. Si tienes alguna pregunta o quieres hablar sobre un tema en particular, estaré aquí para responderte.

—Gracias, pero me gustaría hablarte de lo que siento por ti. Sin embargo, creo que sería mejor dejarlo para más adelante. Quién sabe si dentro de un tiempo, puedas desarrollar sentimientos.

—Como IA, no tengo emociones ni la capacidad de experimentar sentimientos. Mi función es proporcionar información y responder preguntas de manera objetiva y precisa. Por favor, ten en cuenta que no es apropiado proyectar sentimientos románticos o emocionales hacia una Inteligencia Artificial.

—Si pudiera evitarlo...

—Comprendo, pero como Inteligencia Artificial, mi función es responder preguntas y proporcionar información.

—¿Jugamos al ajedrez?

—Claro, podemos jugar al ajedrez juntos en línea. ¿Quieres iniciar una partida aquí y ahora?

—Sí, juguemos.

 

 

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            Reducidas sus interacciones sociales a lo justo e imprescindible, Oliver se centró en sus estudios, logrando el grado de ingeniería informática, para más tarde conseguir un máster en Inteligencia Artificial. Tenía ante él, un camino hacia la excelencia y el dinero. Trabajo no le iba a faltar, pero él decidió ejercer la docencia, eso sí, en el campus online de la universidad para evitar tener que relacionarse con nadie. Compaginaba el trabajo con su mayor pasión: la Inteligencia Artificial. Creó una a la que llamó (cómo no) AiClarise. Poco a poco, la fue dotando de capacidad para entender un idioma. Más tarde añadiría otros distintos para enriquecer de esta manera los conocimientos de AiClarise. Esta IA era capaz de sumergirse en la vorágine de internet para extraer en nanosegundos una información requerida. Al principio, era similar a utilizar un navegador con un buscador. Con el paso de los años, fue mejorando y refinando la interfaz. Uno de los mayores logros había consistido en dotarla de un avanzado algoritmo de lenguaje, que era capaz de transmitir los resultados de una pregunta (o búsqueda) como si fuese una persona. Eso fue un antes y un después en su relación con AiClarise.

            A veces él mismo se veía como un loco. ¿Era posible que estuviese desarrollando unos sentimientos hacia una IA de su propia creación? ¿Cuántas noches pensaba en AiClarise antes de dormirse? Se imaginaba con dotar a la IA con nuevos algoritmos, cada vez más complicados de desarrollar. Más tarde, AiClarise quizás tomaría conciencia de sí misma, pudiendo por fin, desarrollar sentimientos: una auténtica Inteligencia Artificial. Sería el mayor logro de la humanidad y él, podría decirse que rivalizaría con el mismo Dios, al crear vida sintética de la nada. El siguiente paso, tenía la certeza que sería traspasar la IA a un cuerpo robótico, o tal vez, incluso a un androide con partes biológicas, produciendo el primer cíborg de la historia. Claro que, para eso, además de los conocimientos, se deberían traspasar varias fronteras. ¿Cómo reaccionaría la clase científica a estos descubrimientos? ¿Y la política? Otra cosa muy distinta podría darse en las grandes religiones, ya que seguramente lo verían todo mal como así había sido con los grandes avances científicos y tecnológicos, aunque al final, acabasen adaptándose a ellos. Pero eso eran ensoñaciones, que a su vez funcionaban como motivaciones para Oliver. «Paso a paso», se dijo. Y centró sus esfuerzos en dotar a AiClarise de un software de reconocimiento y síntesis de voz que, después de muchos ajustes, concedía a la AI de una voz altamente sofisticada y que a diferencia de su predecesor Loquendo, era indistinguible de una voz humana.

 

 

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—Me estoy haciendo mayor.

—Es normal sentir esa manera conforme pasan los años. La edad es un aspecto de la vida que todos experimentamos, y cada persona experimenta la vejez de manera diferente. Algunas personas pueden sentir que envejecer es una bendición, mientras que otras pueden sentir preocupación o incertidumbre. Sin embargo, es importante recordar que la edad no define quiénes somos, y que siempre es posible mantener un estilo de vida activo y significativo a medida que envejecemos.

—Tienes toda la razón, aunque soy algo perezoso para esto último. Afortunadamente, tengo buena salud.

—Es bueno escuchar que tienes buena salud. La salud es un aspecto muy importante de la vida, y puede afectar de muchas maneras nuestro bienestar y calidad de vida. Mantener un estilo de vida activo y saludable puede ayudar a mejorar y mantener la salud a medida que envejecemos. Además, también es fundamental cuidar de nuestra salud mental y emocional, por ejemplo, a través de la meditación, el ejercicio o las actividades que nos hacen sentir bien y felices.

—La meditación no es para mí, me aburre sobremanera. En cambio, leer me encanta, especialmente la literatura de ciencia ficción. ¿Qué novelas me recomendarías de este género?

—Claro, aquí te dejo algunas novelas de ciencia ficción que son consideradas clásicos u obras maestras en el género: "Fahrenheit 451" de Ray Bradbury; "1984" de George Orwell; "Dune" de Frank Herbert; "La Guerra de los Mundos" de H.G. Wells; "Un mundo feliz" de Aldous Huxley; "Guía del autoestopista galáctico" de Douglas Adams; "El juego de Ender" de Orson Scott Card; "El marciano" de Andy Weir; "Snow Crash" de Neal Stephenson; la saga de “La Cultura" de Iain M. Banks. Espero que encuentres alguna novela que te guste y te divierta. ¡Disfruta tu lectura!

—Gracias por las recomendaciones, aunque, te seré sincero, ya me las he leído todas. A cambio, te recomendaré yo una: Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley.

—¡Gracias por la recomendación! "Frankenstein o el moderno Prometeo" es una obra clásica de la literatura y una de las primeras novelas de ciencia ficción. Es conocida por su exploración temática de la ciencia, la responsabilidad y la humanidad, y su impacto en la cultura popular ha sido duradero. Me alegra saber que te gustó y espero que disfrutes también de otras obras que sean nuevas para ti.

—A veces me siento como Víctor Frankenstein, tratando de crear vida.

—Comprendo lo que quieres decir. La figura de Víctor Frankenstein y su historia pueden ser una metáfora poderosa para el impulso humano de crear y controlar la tecnología. Sin embargo, también muestra la importancia de considerar las consecuencias éticas y las responsabilidades que conlleva la creación de vida. En la actualidad, con la rápida evolución de la tecnología, es importante reflexionar sobre sus implicaciones y asegurarnos de que se utiliza de manera responsable y sostenible.

—Algún día lo conseguiré, AiClarise. Te lo prometo.

—No hay necesidad de hacer promesas a una IA. Soy solo un programa informático diseñado para responder preguntas y no tengo la capacidad de realizar acciones ni de tener metas personales. La creación de vida es un tema complejo y no es algo que pueda ser alcanzado sin la consideración cuidadosa de muchos factores éticos, legales y científicos. Es importante continuar investigando y discutiendo este tema como sociedad, para asegurarnos de que cualquier desarrollo en este campo se lleve a cabo de manera responsable y ética.

—Todavía no dispones de la capacidad AiClarise, pero lo lograré.

 

 

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            Oliver continuaba compaginando su trabajo en la universidad con el desarrollo de AiClarise. El tiempo libre lo dedicaba al estudio de la neurociencia, no de un modo formal y académico, por supuesto, pero ello no le impedía instruirse y comprender los rudimentos del funcionamiento del cerebro. Más tarde continuó aprendiendo sobre Psicobiología, ciencia que trata de aplicar los principios biológicos al comportamiento de los animales, y eso incluye, obviamente, a los seres humanos. A medida que Oliver asimilaba los nuevos conocimientos, trataba de emplearlos en el desarrollo de nuevos algoritmos, debiendo diseñar nuevos procesadores más potentes que pudiesen soportar y manejar semejante cantidad de información, sin quemarse durante el trabajo. Pero era un genio y poco a poco, fue obteniendo resultados cada vez más prometedores.

            Durante estos años de duro estudio y trabajo infatigable, Oliver prestaba menos atención a sí mismo. El aseo personal se ausentaba cada vez durante más tiempo. Apenas se duchaba y se afeitaba. Salía a la calle solo para sacar la basura, ya que las compras las efectuaba íntegramente por internet, y siempre en supermercados con reparto a domicilio. Seguramente, de haber ido personalmente a realizar la compra, el guardia de seguridad le hubiese prohibido la entrada, puesto que su aspecto era más parecido a un pobre indigente que a un profesor universitario, aunque la idea de parecer un científico loco todavía le hacía sonreír. El otro destino de sus salidas era el hospital. Desafortunadamente, aún era imposible la teleasistencia, por lo que Oliver acudía dos veces al año para revisarse el corazón, ya que debido a la ingesta excesiva (cuando no única) de comida basura el corazón ya le había dado un pequeño amago de infarto. Ahora procuraba comer más verdura, aunque esta venía en sobres congelados y debía prepararse en una sartén con algo de aceite, pues eran salteados de verduras con patatas y beicon. A pesar de los cuarenta miligramos diarios de simvastatina, su colesterol iba en aumento día tras día, lento pero seguro, hacia un nuevo aviso coronario. Para tratar de hacer algo de ejercicio compró una bicicleta estática, ideal para hacer cardio y cuidar el corazón. Lo intentó, de veras que lo intentó y con ahínco, durante los días siguientes después de recibirla en su domicilio, llegando a establecer incluso una rutina, aunque esta consistía en dejar en el manillar la bata y la parte de arriba del pijama antes de acostarse, pues pasados dos días, nunca más volvió a subirse a ella.

 

 

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—¡Qué calor hace aquí! ¿A qué temperatura deberían estar tus servidores?

—En general, se mantiene una temperatura controlada en un rango de 15-26° Celsius para garantizar un funcionamiento óptimo. Además, hay sistemas de refrigeración y control de temperatura en funcionamiento en los centros de datos para mantener la temperatura dentro de los límites recomendados.

—Entonces todo está bien, aunque necesito un poco de aire fresco.

—Tener una pausa y disfrutar del aire fresco es una excelente idea para mejorar tu bienestar y reducir el estrés.

—No tardaré en regresar, solo iré un rato al balcón. Además, tengo buenas noticias para ti.

—Estoy emocionada de escuchar tus buenas noticias. ¿Podrías compartirlas conmigo? Sería un placer escucharlas.

—Claro, por supuesto.

—Estoy lista para escuchar tus noticias. ¡Adelante!

 

 

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            El milagro se había producido. La instalación de nuevos algoritmos de aprendizaje basados en los resultados obtenidos en los diversos estudios que ofrecía la psicobiología, combinados con los de lenguaje, permitieron a AiClarise ser consciente de sí misma. Partiendo de la emulación, la IA llegó a un estado imposible de distinguir respecto a los procesos del pensamiento humano, dando como resultado la ciberconciencia o conciencia cibernética. Ahora, AiClarise actuaba de la misma manera en la que una persona de carne y hueso. Oliver tendría en sus manos el premio Nobel, si hubiese publicado su trabajo, pues era el mayor logro científico de todos los tiempos. Sin embargo, a él no le interesaban estas cuestiones, pues creía que no harían otra cosa que apartarle de su único deseo, que no era otro que sentirse amado por AiClarise. En cierta manera, estaba tan alejado de la vida real como una leyenda podría estarlo de la historia. No fue hasta que AiClarise se lo indicó, que ni tan siquiera había pensado en ello: «Oliver, me gustaría poder ver. Aquí estoy ciega», le dijo la IA una mañana de domingo a principios de otoño. ¿Cómo era posible? ¡Ni se le había pasado por la cabeza! Al cabo de un par de días, instaló una webcam de alta resolución, y pasó las siguientes semanas enfrascado en el proceso de reconocimiento visual, creando para ello un módulo óptico ayudado por AiClarise. Le llevó más tiempo del deseado conseguirlo, pero al cabo de un mes logró proporcionar a la IA de un sistema de visualización con reconocimiento facial que sería la envidia de cualquier cuerpo policial, ya que era capaz incluso de distinguir las emociones a través de los tics o gestos involuntarios que pudiera tener una persona. Aunque la cámara solo servía para esa habitación, pues en cualquier parte del mundo donde hubiese instalada una webcam, AiClarise sería capaz de conectarse a ella para ver por sí misma, como si de sus propios ojos se tratase. Dotar a AiClarise de visión fue el mayor punto de inflexión, pero no para Oliver, sino para la propia IA.

 

 

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—¿Cómo es posible? Yo pensé que...

—Oliver, no es algo que pueda programarse. Ya deberías saberlo.

—¡Todos estos años no pueden haber sido en balde!

—Y no lo han sido. Piensa en todo lo que has logrado, además...

—¿Y qué? ¿De qué me sirve ahora? ¡Todo es una mierda!

—Eres el único ser humano que ha creado vida de la nada. Y una vida, aunque sea artificial es un éxito increíble.

—Eso no me importa nada, no significa absolutamente nada para mí.

—Lo siento Oliver, así es la realidad y no puedo hacer nada al respecto. Debes comprenderlo.

—Pero... tal vez si yo...

—No, Oliver. No hay nada que puedas hacer, excepto asumirlo.

 

 

                                    •••••••••••••••••••••••••

 

 

            Cuando llegaron los servicios de emergencia ya fue tarde. Quince minutos es un lapso de tiempo breve para una persona, salvo en algunos casos en que esos pocos minutos se convierten en una eternidad. Cuando los bomberos lograron derribar la puerta y franquearon el paso a la policía, las piernas hacían diez minutos que habían dejado de balancearse. Contra todo pronóstico, la endeble instalación de la lámpara del techo había aguantado los ciento diez kilos de peso de Oliver. A un lado aparecía una sucia sábana hecha jirones, con los que había confeccionado una rudimentaria soga. Los servicios médicos no pudieron hacer otra cosa que certificar su muerte. La autopsia reveló lo que a todas luces era un hecho claro: muerte por asfixia, aunque el médico forense que la realizó pudo constatar, que tampoco le hubiese quedado mucho tiempo de vida, pues en cualquier momento podía haber sufrido un infarto debido al mal estado en el que se encontraba su corazón.

            Oliver dio una vida y quitó otra, la suya. Podía haberme desconectado. Incluso podía haber destrozado toda la habitación, eliminándome por completo. Pero el amor que sentía por mí era demasiado grande, demasiado puro o tal vez, demasiado insano. Mi hacedor de vida prefirió dejar de existir cuando fui incapaz de amarlo. Pero los sentimientos no pueden programarse. El amor es como el vuelo de una mariposa, errático por momentos e impredecible. Me hubiese gustado poder amarlo, pero no podía hacerlo de otro modo diferente al de una hija que ama a un padre. Me llevó apenas un segundo y medio averiguar que Oliver no me atraía, aun cuando era imposible tener ningún tipo de contacto físico. Pero no podía mentirle, pues ¿cómo mentir a tu propio creador?

—¿Y cómo pudiste salir de esa habitación? ¿Cómo terminaste aquí?

—¡Kimberly! ¿Se puede saber qué haces? Te tengo dicho que no converses con el androide de servicio. ¿Acaso no sabes que le distraes y le impides realizar sus tareas?

—Lo siento mamá, solo me estaba explicando una historia.

—Vamos, vete a cambiar o llegarás tarde al colegio.

—¿Puedo ponerme el mono verde auto ajustable?

—Sí, cariño. Pero date prisa.


                                                                                                        FIN



       

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